Reseña del libro: Charlotte Vorms, Bâtisseurs de banlieue à Madrid. Le quartier de la Prosperidad (1860-1936). París, Créaphis, 2012. 366 p., 25 €.
La Prosperidad es un barrio de la ciudad de Madrid que tiene identidad propia, con acentuados rasgos reivindicativos y festivos, que se fueron desarrollando desde sus orígenes. Tuvo un momento de esplendor en la década de 1980, en pleno cambio de modelo político en España. Los constructores de este barrio, como los de los barrios suburbanos de las grandes urbes, fueron constructores de la ciudad.
Crecer fuera del plan urbanístico
Espacio regulado, espacio sin normativa en el crecimiento de Madrid
Madrid era una ciudad con algo más de 250.000 habitantes a mediados del siglo XIX. En la segunda mitad de este siglo su población aumentó más que en los tres siglos anteriores, y en 1930 tenía ya 952.832 habitantes. A esa ciudad pertenece el barrio llamado la Prosperidad, objeto de este libro. Un barrio situado en el extrarradio, sobre el camino que unía Madrid con uno de los pueblos colindantes. El barrio fue uno de los núcleos poblacionales asentados en vías de acceso a la capital, dentro y fuera del municipio.
Intentando adelantarse a esta dinámica poblacional, en 1860 se aprobó el Anteproyecto de Ensanche de Madrid, con el fin de regular la expansión urbana futura, planificando un espacio de 1.500 hectáreas, añadidas al casco urbano consolidado, al que envolvía por el norte, este y sur. Interior o casco viejo y ensanche podían albergar en el futuro una población de unos 450.000 habitantes, según las previsiones del plan, que fueron superadas en sólo cuarenta años, sin haberse ocupado más que una tercera parte de dicho ensanche, ya que un número importante de los que fueron llegando de otros lugares de España se instalaron en el extrarradio, durante las décadas finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX. Durante éstas últimas esos inmigrantes también ocuparon asentamientos levantados en suelo de los municipios vecinos, pero pegados al límite municipal madrileño. Este anteproyecto, conocido con el nombre de Plan Castro, inspirado en el Plan Cerdá de Barcelona, fue un modelo de planificación muy utilizado en ciudades del área mediterránea.
El extrarradio madrileño estaba formado por un extenso territorio de 4.300 hectáreas que envolvía el ensanche, quedando entre él y los límites del municipio. En él empezaron a surgir barrios como el que aquí se estudia, sin ningún plan urbanístico ni norma reguladora para su construcción, generando unos núcleos insalubres, sin infraestructuras, ni dotaciones y sin que el ayuntamiento, al menos en las primeras décadas de vida de los mismos, se viese obligado a proporcionárselas.
Una tesis de este libro es que la dinámica de crecimiento y construcción del ensanche y la de estos barrios suburbiales estuvo estrechamente relacionada. La aparición de los barrios del extrarradio fue consecuencia directa del Plan Castro, inducida por la falta de planificación y regulación para el extrarradio. La propia naturaleza del plan crea esa dualidad territorial, dentro-fuera, espacio regulado y espacio sin normativa. Ante la rápida revalorización del suelo en el interior del ensanche, el extrarradio con sus suelos más abundantes y baratos, opera a favor de los intereses de los propietarios del ensanche, con propiedades también en el extrarradio, que combinan y dosifican la oferta de suelo, lentificando el desarrollo del ensanche, mediante la retención de suelo, para aprovecharse de los flujos especulativos y vender con mayores plusvalías.
Es una tesis sugestiva, que sin duda explica una parte importante de las peculiaridades del crecimiento urbano de Madrid en los tres cuartos de siglo que transcurren entre la aprobación del Plan Castro y el inicio de la Guerra Civil española. Pero Madrid y su área de influencia eran más extensos y complejos. Durante estas décadas asistimos al nacimiento y primeros pasos de Madrid como metrópoli. Para entender de manera más completa las transformaciones que se están produciendo hay que tener en cuenta esta realidad. Junto al ensanche y el extrarradio hay que mirar a los otros espacios de la urbe, el interior, formado por el casco consolidado, y el exterior, territorio de los municipios colindantes con el municipio madrileño, que empezaron a notar el influjo urbano y poblacional de la ciudad.
Empezando por esto último, recordamos algunos datos. En 1930, la población de las barriadas del extrarradio alcanzaba los 145.000 habitantes. La población de los municipios colindantes superaba en 30.000 personas a la del extrarradio madrileño. Fijándonos solamente en los tres más populosos, Chamartín, Vallecas y Carabanchel Bajo, sumaban una población de 120.000 habitantes, habiéndose casi duplicado en diez años. Eran los que más habían notado el impacto urbano y poblacional de la capital. Surgieron grandes barriadas, articuladas en torno a tres ejes importantes de acceso a la ciudad y justo en el límite municipal, pero en territorio de los pueblos. Entre el ochenta y noventa por cien de su población se asentaba en estas barriadas de borde, prolongación desde el punto de vista urbano del extrarradio madrileño. Esta realidad, también de crecimiento sin regulación, no puede ser ignorada. De hecho, desde la década de 1920 los planes urbanos empezaron a incluir esos municipios, como menciona la propia autora. Otra cosa es que estos planes quedaran en ideas, plasmadas en memorias y propuestas parciales.
De la infravivienda a la auto-construcción obrera
También debemos tener en cuenta el casco antiguo, que recogió otra parte de los forasteros. Se empezó a notar carestía de viviendas. La ciudad tenía a finales del XIX unas 12.000 casas y a pesar del esfuerzo constructivo de las décadas anteriores, el encarecimiento de las construcciones y la presión demográfica, encarecieron los alquileres. La densidad aumentó, de manera más importante en algunos barrios del centro y sur-suroeste, desarrollando fenómenos de infravivienda y hacinamiento. Las condiciones de vida y alojamiento se depauperaron. La infravivienda no sólo se daba en el extrarradio, también se daba en una extensa franja del sur de ciudad. Y el hacinamiento se extendía por muchas zonas. Philipp Hauser en su obra, Madrid desde el punto de vista médico-social (1902), habla de 52.655 personas que habitaban las denominadas Casas de Vecindad, de pésimas condiciones higiénicas, con habitaciones de dimensiones mínimas e insalubres, donde se realquilaban hasta colchones por horas. Madrid, ciudad de comercio y servicios, compartía estos fenómenos con otras grandes ciudades occidentales en proceso de acelerada industrialización y que tan bien narró para New York Jacob A. Riis en How the Other Half Lives (1890).
Hablemos de nuestro barrio. El 14 de diciembre de 1862, se produjeron las primeras ventas de Próspero Soynard, a un albañil y a un carpintero. Las parcelas vendidas salieron de la división de tierra agrícola. Así nacía este barrio de los arrabales, la Prosperidad. Este primer promotor, que dio su nombre al barrio, era de origen parisino, afincado en Madrid desde niño, de biografía poco conocida e imagen controvertida, y promovió suelo y viviendas no sólo aquí, sino en otros lugares delextrarradio.
Las ventas siguieron. En los doce años siguientes se vendieron 396 parcelas de diez propiedades. Una superficie de 17,7 hectáreas. Parcelación y ventas continuaron a impulso de la coyuntura urbana o de los intereses de los promotores del barrio. Desde 1885 hasta 1914 se parcelaron 10 hectáreas más y entre 1923 y 1937 otras 25 hectáreas. Un barrio pequeño, que en 1872 tenía 300 habitantes y en 1930 cerca de 14.000.
LaProsperidad es el prototipo de esos barrios que surgieron en el extrarradio, de familias obreras, inmigrantes de zonas rurales. Allí pudieron construir su propia casa, convertirse en propietarios y conservar un modo de vida que mantenía sus raíces rurales. Un barrio con gran dinamismo. Los primeros “promotores”, fueron individuos de clases medias o populares, que vivían en otros barrios de la ciudad. Desde principios del siglo XX los promotores se profesionalizaron y en las últimas décadas estudiadas, el barrio se había integrado en el mercado inmobiliario madrileño. El barrio creció y diversificó, fragmentándose espacialmente. Al núcleo primitivo de casas bajas se le fueron añadiendo algunas viviendas de gente acomodada, luego surgieron otras áreas de infravivienda y finalmente al amparo de la legislación sobrecasas baratas se construyeron colonias de hotelitos, viviendas de varias alturas, con jardín y de más calidad arquitectónica. El libro aporta muchos detalles específicos sobre la Prosperidad, que además enriquecen y mejoran lo conocido sobre otros barrios.
Un barrio sin leyes?
El barrio fue manteniendo su identidad, a pesar de la fragmentación espacial y social, favorecida por la necesidad de dotaciones y servicios, cuya exigencia acentuaba la conciencia de clase y atrajo intereses particulares conectados con las redes clientelares y caciquiles del gobierno municipal. Barrio creado en un espacio sin normas, se desarrolló sin ellas, porque la ordenación del extrarradio, diseñada por el urbanista e ingeniero Pedro Núñez Granés y aprobada en 1916, no se inició hasta el gobierno municipal republicano.
A pesar de lo cual fue mejorando. Así, en 1877 se denunció el estado de abandono: calles sucias, ausencia de una fuente, falta de alumbrado, falta de vigilancia urbana. Se reclamaron servicios. La primera escuela de primaria funcionó a partir de 1884, el agua, reivindicada desde 1883, llega a una fuente pública en 1888, el alumbrado eléctrico en 1903. La Prosperidad ganó habitabilidad y en 1930 se había encarecido más con respecto a 1900, que otros barrios humildes de la ciudad. Seguía siendo un barrio obrero y pobre que se nutría del éxodo rural, pero más urbano que en 1900. Desde 1893 una línea de tranvía le acercaba al centro.
Estos barrios del extrarradio constituyen un espejo donde ver la transformación de la ciudad, los flujos poblacionales, la formación del espacio urbano, los agentes del cambio, la política municipal, reguladora y dotacional y sus relaciones con los barrios, situadas en el marco de las relaciones clientelares insertas al final en las preocupación social por las condiciones de vida de las clases populares.
La Prosperidad tiene personalidad propia y este libro es una fecunda biografía, con métodos de historia urbana, microhistoria y etnografía histórica. Inserta la dinámica del barrio en la del conjunto de la ciudad y perfila una imagen rica de las transformaciones de la ciudad, en una época en la que las gentes eran parte de los protagonistas de esos cambios, al contrario de lo que sucede hoy, cuando que hemos dejado de ser protagonistas de nuestra realidad y nos movemos en un marco diseñado no sabemos donde ni por quien, por lo que esta biografía nos resulta más atrayente.